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Mi corazón no late como el suyo.
Entiéndalo. En absoluto.
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¿ La han humillado alguna vez?
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No, nunca.
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A mí tampoco,
pero Io intentaron.
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Y ya es demasiado
para alguien como yo.
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De niño, yo era más lúcido
e inteligente que los otros.
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No me Io perdonaban.
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Querían que fuera como ellos
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y que hablara como ellos.
"Levante la cabeza, Jean François,
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míreme,
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baje los ojos."
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Y enriquecieron mis conocimientos
a la fuerza, con libros,
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libros antiguos.
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Tanto polvo en la cabeza
de un niño.
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Bonita juventud. Mi digna madre que
prefería al imbécil de mi hermano,
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y mi director espiritual
que repetía:
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"Es demasiado orgulloso.
Tiene que reconcentrarse."
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Así que me reconcentré.
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Ya no pude salir de ahí.
Imprudentes,
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dejarme solo conmigo mismo.
Me prohibían las malas compañías.
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Qué inconsecuentes.
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Pero qué prodigioso destino.
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No querer a nadie, estar solo,
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no ser amado por nadie,
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ser libre.
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Es verdad que no amo a nadie,
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ni siquiera a Vd., Garance.
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Pero Vd. Es la única mujer
a la que no odio ni desprecio.
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Yo tampoco le amo.
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Menos mal.
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¿ Pero por qué viene
a verme cada día?
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¿ Es porque nunca le he pedido
Io que sin duda le piden todos?
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No.
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Lo sé, no es Vd. Coqueta.
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- ¿ Entonces por qué?
- Porque me aburro.
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¿ Yo la divierto, tal vez?
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Sí, habla todo el rato.
Es como el teatro.
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Me distrae y me calma.
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No me toma en serio.
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Si fuera vanidoso,
me habría herido.
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Pero no tengo vanidad,
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sóIo tengo orgullo.
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Y estoy totalmente seguro
de mí mismo.