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Haz como si cogiéramos este tren.
Bajaremos y regresaremos.
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-¿ Qué le pasa a este tren?
-El policía te oyó pedir los billetes.
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-¿Parecía sospechar?
-No...
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pero si va a la comisaría,
encontrará nuestras descripciones...
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nos recordará, y telefoneará
a Roma para que nos detengan.
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No podemos regresar al hotel.
Habrá un millón de policías.
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No, no regresaremos.
lremos a Rochester...
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Vamos, iremos
a la Estación Central.
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¿ Y para qué vamos a Rochester?
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-Vamos a visitar al Dr. Brulov.
-Aquél al que no le gusta el ketchup.
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Fue mi analista,
él me psicoanalizó.
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-¿ Sí? ¿ Qué te pasaba?
-Los analistas deben ser analizados...
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por otros analistas
antes de empezar a ejercer.
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Para asegurarse de que
no están demasiados locos.
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La mente nunca está demasiado enferma
para bromear sobre el psicoanálisis.
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-Lo siento. Soy un cerdo.
-Y yo olvido que eres un paciente.
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Yo también. Pero cuando
te cojo así me encuentro bien.
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¿Me querrás lo mismo
cuando esté bien?
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-Estaré loca por ti.
-Soy normal.
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Por lo menos, no tengo nada
que no pueda curar un largo beso.
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Nunca he tratado un complejo
de culpa de este modo.
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-No debemos llamar la atención.
-Todo el mundo lo hace.
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-¿Los dos se van?
-Sí.
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No leas el periódico.
Continuemos por donde lo dejamos.
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¿ Qué?
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lntenta recordar el primer momento
en que pensaste que eras Edwardes.
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-Querida, tengo que confesarte algo.
-Te escucho.