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Admito que sepas
más que yo, pero...
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No termines la frase con
las típicas contradicciones femeninas.
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¿Admites que yo sé más que tú,
pero tú sabes más que yo?
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¡Mujeres!
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-¿ Qué vas a hacer?
-Algo, más por ti que por mí...
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-Llamaré a la policía.
-No, por favor...
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¿Me estás dando órdenes?
¿Mi discípula?
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No conoces a ese hombre,
sólo conoces la ciencia.
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Conoces su mente,
no su corazón.
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Estamos hablando de un
esquizofrénico, no de un enamorado.
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Hablamos de un hombre.
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Amor.
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Mírate, la Dra. Petersen,
la prometedora psicoanalista...
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ahora no es más que una
colegiala enamorada de un actor.
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-Alex, deja que te hable de él.
-¿ Qué vas a decirme?
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Ambos sabemos que la mente
de una mujer enamorada...
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opera al nivel
más bajo del intelecto.
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El médico me dijo que no fumara por
la mañana, pero estoy muy nervioso.
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Tienes razón. No soy una analista,
no soy una doctora aquí...
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No te hablo como doctora.
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Cree no lo que te digo,
sino lo que siento.
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La mente no lo es todo, el corazón
puede ver más allá, a veces.
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Una investigación policial acabaría
con sus posibilidades de recuperación.
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Yo puedo salvarle.
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Pero si mató al Dr. Edwardes,
¿cómo puedes ayudarle?
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Él no le mató. No le mató.
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Pero, si resulta que lo hizo,
como creo que ocurrirá...
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Me dijiste que según Freud, un hombre
no puede hacer en estado de amnesia...
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nada que su verdadera
personalidad no haría.
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¿ Y cómo sabes cuál
es su verdadera personalidad?
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-La conozco. La conozco.
-Ella la conoce...
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Ésta es la forma en
que la ciencia retrocede...