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Me senté aquí,
preparado por si gritabas.
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Él bajó y vi en su rostro
que era peligroso.
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Así que continué hablando, mientras
añadía bromuro en su vaso de leche...
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en cantidad suficiente
para derribar a 3 caballos.
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Cuando se durmió, corrí
a verte. Dormías como un bebé.
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Y volví a bajar para vigilarlo.
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La lucha contra su enfermedad
lo agitaba de vez en cuando...
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pero no corre peligro.
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Encontré esto en su mano anoche.
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Él no sabía que lo tenía.
No debes pensar eso.
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No intentó herirte, no podría.
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-Mi niña, él no es responsable.
-Eso no es correcto.
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Sólo tengo un poco más de experiencia
con casos como el suyo que tú.
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Admito que sepas
más que yo, pero...
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No termines la frase con
las típicas contradicciones femeninas.
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¿Admites que yo sé más que tú,
pero tú sabes más que yo?
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¡Mujeres!
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-¿ Qué vas a hacer?
-Algo, más por ti que por mí...
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-Llamaré a la policía.
-No, por favor...
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¿Me estás dando órdenes?
¿Mi discípula?
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No conoces a ese hombre,
sólo conoces la ciencia.
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Conoces su mente,
no su corazón.
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Estamos hablando de un
esquizofrénico, no de un enamorado.
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Hablamos de un hombre.
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Amor.
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Mírate, la Dra. Petersen,
la prometedora psicoanalista...
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ahora no es más que una
colegiala enamorada de un actor.
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-Alex, deja que te hable de él.
-¿ Qué vas a decirme?
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Ambos sabemos que la mente
de una mujer enamorada...