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- Les pertenecen a mis causantes.
- Ya no.
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Hace tres años,
cuando empezó a parecer...
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que Argentina podría decidir
declararse en guerra contra nosotros...
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hicimos un acuerdo
con el Sr. Mundson.
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Le permitimos que comprara
nuestras patentes.
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Gran idea.
El casino es una buena cortina.
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Hasta le prestamos el dinero
para que las comprara.
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No pudieron haber escogido
a un hombre mejor.
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Teníamos un acuerdo con Mundson...
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de que al final de la guerra,
nos devolvería nuestra propiedad.
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- No encontré ningún acuerdo.
- Fue un acuerdo entre caballeros.
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Ya veo. Y el Sr. Mundson
no era un caballero.
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Era un loco, Sr. Farrell.
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Pensó que podría regir
el mundo solo.
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Lo sé. Tuvimos
una conversación al respecto.
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Ella aún no creía
que yo no iba a regresar.
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Todas las noches se arreglaba...
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y me esperaba.
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Pero una chica como Gilda no soportaba
no saber el motivo de las cosas.
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Así que decidió tragarse su orgullo
y venir a verme.
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Eso fue maravilloso.
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¿Sí?
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Hola.
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¿Te acuerdas de mí?
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Soy Gilda, tu esposa.
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¿Lo recuerdas?
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No has venido últimamente.
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Pensé que tal vez eras víctima
de amnesia o algo así.