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Honorables miembros
de la Sociedad Sarah Siddons,
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distinguidos invitados, damas y caballeros.
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¿Qué más puedo decir?
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Todo lo sabio y ocurrente
hace tiempo que lo dijeron
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cerebros más maduros
y talentos mayores que el mío.
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Darles las gracias como a iguales
sería presuntuoso de mi parte.
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Soy una aprendiz en el teatro
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y tengo mucho que aprender
de todos ustedes.
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Déjenme decir tan sólo
que me siento orgullosa y feliz,
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y que considero este gran honor
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no tanto un premio por lo que he conseguido,
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como la medida
de lo que aún debo conseguir.
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Y, además, que lo considero
conseguido por mí sólo en parte.
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La mayor parte les corresponde
a mis amigos del teatro
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y al teatro mismo,
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que me ha dado todo lo que tengo.
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En conciencia, debo reconocer
su mérito a quien lo merece.
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A Max Fabian. Querido Max.
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Querido, sentimental,
generoso, valiente Max Fabian,
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que se arriesgó con una aficionada
desconocida y no puesta a prueba.
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A mi primera amiga en el teatro,
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cuya amabilidad y gentileza nunca olvidaré,
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Karen. La Sra. de Lloyd Richards.
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Fue Karen quien primero me acercó a
alguien a quien siempre había idolatrado,
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alguien que se convirtió
en mi benefactora y campeona.
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Una gran actriz y una gran mujer,
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Margo Channing.