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Vaya a la estación Union. Parece que
va allí a ver los trenes. - Está bien.
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¿Por qué le dice que se vaya?
¡Ahora que empezábamos a conocernos!
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No, querida... oh, juez Gaffney.
- Chumley, justo a quien quería ver.
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La Sra. Simmons me ha encargado
que le demande. - ¿Que me demande?
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lba a mi despacho a por los papeles.
- Ha sido un error desafortunado,
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pero ya he despedido a mi ayudante...
- Mañana sabrá de mí.
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Adiós. - Pero, juez, seguro que...
Es muy lamentable.
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Muy lamentable.
- ¿Juez Gaffney?
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Juez Gaffney, quiero que...
¡Usted no es el juez Gaffney!
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Vd. tiene mucho más pelo.
Además, yo nunca olvido una cara.
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Soy el Dr. Chumley. Y usted debe ser
la Sra. Simmons. - Sí, mucho gusto.
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¿Le importa decirle al juez Gaffney
que vuelva? - Por supuesto que no.
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Tiene que demandarle por $100.000,
50.000 no es suficiente.
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¿No podemos hablar de ello?
- ¿Después de lo que ha pasado hoy?
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Por lo menos escúcheme. - No quiero
escucharle, sino demandarle.
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¡Se lo ruego, Sra. Simmons!
- Está bien, pero le advierto,
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no conseguirá nada.
¿Hola? No, no escucho la radio,
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escucho al Dr. Chumley.
Se lo acabo de decir.
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¿El cuadro sobre la chimenea?
- El retrato de mi madre,
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es el orgullo de la casa.
- ¿Quién lo ha pintado?
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Un hombre. He olvidado su nombre.
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Vino a pintar varias veces,
luego le pagamos y se fue.
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Supongo que el dinero lo compra todo.
- ¡Usted ha preguntado!
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Le diré algo: el pasado invierno
hice un curso de pintura.
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Y aprendí la diferencia
entre un buen óleo y algo mecánico
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como una fotografía.
Una foto sólo muestra la realidad,
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mientras que una pintura muestra
además el sueño que se esconde detrás.
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Los sueños nos hacen progresar. Es
lo que nos distingue de las bestias.