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Por la maciza
como el Kremlin.
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- Nunca me perdonará.
- Vamos.
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¿Qué nos has puesto?
¿Ácido nítrico?
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Yo sólo trabajo aquí.
Habla con el dueño.
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¡Sr. Director!
¿Qué pretende?
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¿Embalsamarnos vivos?
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¿Qué os esperabais por dos cigarros?
¿Whisky añejo?
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La casa sólo garantiza
conservar la vista.
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¿La vista?
¡Harry!
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Harry, Harry...
No veo.
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¿Dónde estás?
No veo nada. Estoy ciego.
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- ¡Estoy ciego!
- ¿Ciego?
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¿Cómo eres tan tonto?
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Lo mejor de todo
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fue cuando Sefton
montó el observatorio.
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Pilló unas lentes alemanas potentes
y un espejo de aumento,
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y encargó la instalación
a Ronnie Bigelow del barracón 2
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a cambio de medio kilo de café.
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En días claros,
se veían los Alpes suizos.
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Pero,
¿a quién le importaba verlos?
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Estaba a casi 2 km.
De la caseta para despiojar a las rusas,
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pero la teníamos encima.
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Mirar costaba un cigarro
o media tableta de chocolate.
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No se veía mucho
entre el vapor,
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pero después de dos años
en ese campo,
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sólo pensar en lo que había
detrás de la ventana te ponía bien.
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Vamos.
20 segundos por cliente.
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Sefton,
¿por qué va tan lenta la cosa?
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Cuando lleguemos,
van a ser unas viejas.