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Hola, Johnny. Justo iba para allá.
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-¿Dónde estabas, en Chicago?
-No, estaba de camino.
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¿Cuántas veces te han noqueado, Terry?
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¿Noqueado? Dos veces.
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Pues ya es una de más.
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Tus sesos deben de estar repiqueteando.
¿Qué tienes ahí, campanas chinas?
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Creía que ibas a vigilar
la reunión de la iglesia.
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Estuve allí. No pasó nada.
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¡Que no pasó nada!
Menudo encargado tienes aquí.
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Uno más como él,
y llevaríamos todos trajes a rayas.
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Ya te lo he dicho, Johnny, no fue nada.
El sacerdote fue el único que habló.
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Media hora después, un tal
Timothy J. Dugan se reunió en secreto...
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con la Comisión del Crimen,
y él sí que habló.
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¿Dugan, y ése qué sabe?
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Nada más que 39 páginas
de nuestra operación.
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¿Dónde has conseguido eso?
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-Lo he conseguido.
-Las obras completas de Timothy J. Dugan.
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Sabía que tenía agallas, pero nunca...
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¡Agallas! Ese soplón despreciable.
¡Habría que partirle el pescuezo!
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Eso es lo que nos pasa por mezclarnos
con ese atontado hermano tuyo.
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Estaba bien para reírse,
pero esto son negocios.
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No me gusta que nadie haga el vago
en mi negocio.
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-Yo no...
-¿Por qué sales por ahí con su hermana?
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¡Cállate!
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Es esa chica Doyle,
se lo ha ganado y él ya no sabe...
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de qué lado está.
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Es una relación enfermiza.
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-¡Desde luego!
-Deshazte de ella...
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a no ser que estéis hartos de vivir.
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-¿Tienes su dirección?
-Sí.
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Tenemos que hacer algo
para callar a Dugan...
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o montará el follón más grande
que haya visto este pueblo.