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Vincent, ¿qué vamos a hacer respecto a ti?
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Papá escribió pidiéndome
que viniera a buscarte.
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- Durante meses no ha sabido nada de ti.
- No había nada que decir.
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Pero ¿qué derecho tienes tú a decidirlo?
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A separarte de todo el mundo,
inclusive de mí.
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Te has convertido en un extraño.
Has cambiado.
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No he cambiado, Theo.
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En mi exterior, tal vez, pero en mi interior
sigo queriendo las mismas cosas.
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¿Qué cosas?
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Las cosas de las que hablábamos
cuando éramos niños.
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Poder ser útil, trabajar,
ofrecer algo al mundo.
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¿Crees que ésta es la respuesta?
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No lo sé.
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Nos hemos separado, Theo.
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Escucha, tú encontraste lo que buscabas
en París. Me alegro por ti.
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Yo no he encontrado nada
en ninguna parte.
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He vivido de fracaso en fracaso.
Uno tras otro.
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Creí que lograría realizarme
trabajando para Dios.
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Y ése fue el peor fracaso de todos.
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Pero no importa cuántas veces fracase,
yo sé que hay algo en mí.
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- Yo sé que tengo algo que ofrecer.
- Pero ésta no es la forma de encontrarlo.
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Escondiéndote aquí, perdiendo el tiempo.
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Te has convertido en un holgazán.
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¿Un holgazán? Sí.
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Pero hay dos clases de holgazanes.
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El hombre que es holgazán
porque le gusta serlo, por pereza.
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Qué sencillo debe ser. Lo envidio.
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Pero hay otra clase...
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el hombre que lo es a pesar de sí mismo.
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Yo deseo trabajar terriblemente.
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Sólo que no puedo.
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Estoy en una jaula, en una jaula
de vergüenza, incertidumbre y fracaso.