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Esto es ridículo.
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No pudo marcharse por sí solo.
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Relájate. Aparecerá tarde o temprano.
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Son las 5:45. Voy retrasada.
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Vamos, no te quedes allí, ayúdame.
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Con gusto.
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¿Estás segura de que Ilevabas los dos
cuando viniste?
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Segurísima.
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Es curioso cómo desaparecen
las cosas por aquí.
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Como esa pantufla.
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No pude hallarla en toda una semana.
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No puedo presentarme sólo con un zapato.
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¿Por qué no? Tienes un pie muy hermoso.
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Es demasiado grande.
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Es perfecto. De hecho,
todo de ti es perfecto.
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Soy demasiado delgada, me sobresalen
las orejas, tengo los dientes torcidos...
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...y mi cuello es muy largo.
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Quizá sí, pero adoro
cómo queda todo en conjunto.
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Debo hallar mi zapato.
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Es esa cosa parisina que tienes, ese algo...
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...como dicen en la Ribera Norte,
esa gotita caliente de aperitivo.
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Sr. Flannagan, arriba quieren hablarle.
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¿Cuántos hombres te han dicho eso?
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Vamos, ¿cuántos?
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El teléfono, Sr. Flannagan.
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No te muevas.
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¿Hola? ¿Sí?
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¿Quién? ¿Ingrid?
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Ah, eres tú, Dagmar.
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¿Están las dos al teléfono?
¿De dónde Ilaman, Estocolmo?
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Están en París. Pues, mira, estoy...
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No puedo hablar libremente,
es mal momento.
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No, nada de eso.
Es sólo que la bañera está rebalsando.
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¡Cerraré el grifo!