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Es verano, Raymond...
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...y yo me fío tan poco del verano
como de ti.
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Dices que me porto como un niño.
¿Cómo puedes desconfiar de un niño?
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- Es fácil. Le gusta jugar con niñas.
- Eso es cierto. Hasta ahora.
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- ¿Ahora hablas en serio?
- Desde que llegaste.
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Desde que llegué,
entraste en campaña.
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- ¿Y qué hay de Elsa?
- ¿Elsa? Ya sabes cómo la veo.
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- Como una amiga de Cecile.
- Exacto.
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A ti no puedo verte como una amiga.
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- ¿Ni siquiera para ti?
- Yo dejo de bromear y lo haces tú.
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Eso es lo que quieres, una compañera
de juegos, alguien para divertirte.
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Contigo me divierto. Pero eso está
muy lejos de lo que yo quiero.
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Lo hemos hablado una y otra vez.
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Lo sé.
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Raymond, yo no puedo ser informal.
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En mi vida he sido menos informal.
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- ¿Entonces por qué sigo asustada?
- No lo sé.
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Yo me asusto cuando quiero alguna
cosa de verdad. Y a ti te quiero.
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Nunca he querido a nadie
como te quiero a ti.
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No, Raymond.
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Raymond, no.
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En parte estaba furiosa, y en parte,
feliz. Y toda yo estaba emocionada.