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sólo os dejo un monumento:
la unidad de lsrael.
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El símbolo de las 1 2 tribus que un día
rivalizaron por dominar a las demás.
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Pero ahora vosotros, los ancianos
de las tribus, estáis ante mí juntos,
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formando una unidad indestructible.
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Tú fuiste el último en llevar
a tu tribu a la unión, Ahab.
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Como prueba de tu lealtad,
me entregaste a tu única hija, Abisag.
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La he amado y respetado
como si fuese mi propia hija,
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al igual que he amado y respetado lsrael,
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del que ahora ella es el símbolo vivo.
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Ha hecho honor a mi nombre.
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Y al nombre de David.
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El fin de mis días está próximo.
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Pero el día de lsrael
apenas ha amanecido.
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Ahora, debo dejarle sitio a otro
para que me suceda en el trono.
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¡No, sigue siendo el rey!
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No.
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- Su alteza, el príncipe Adonías.
- ¿Adonías?
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He cabalgado como una furia
para asistir a este consejo
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desde que recibí tus órdenes.
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Contemplad mis dos mitades.
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El soldado.
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Y el poeta.
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Os he amado mucho a los dos.
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Decidme.
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- ¿Hay celos entre vosotros?
- No.
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¿ Celos de qué? ¿Acaso siento deseos
de convertirme en un gran erudito?
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Adonías está destinado a reinar
y yo seré su más leal servidor.
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Es Dios quien rige los destinos
de todas sus criaturas, hijo mío.
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Estando en mi lecho de muerte,
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una voz grave se dirigió a mí
entre las tinieblas y me dijo:
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""Yo soy el Señor, vuestro Dios,
quien te ha sentado en el trono"".