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Que se acerquen las mujeres.
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Ningún extranjero se había sentado
junto a nuestro monarca en un juicio.
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Su mera presencia profana lsrael.
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¿ Quién ha sido agraviado?
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Mi señor, esta mujer llamada Lea
y yo vivimos en la misma casa.
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Un día di a luz a un niño.
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Tres días más tarde, ella dio a luz a otro.
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No había nadie más en la casa.
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Esa misma noche, su hijo murió
porque ella se le durmió encima.
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Me arrebató a mi hijo mientras yo dormía
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y puso a su niño muerto contra mi pecho.
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- ¡Miente!
- Silencio.
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Al levantarme por la mañana
para alimentarlo, estaba muerto.
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- No es cierto, mi señor Salomón.
- Es verdad, mi rey.
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Cuando miré al niño que tenía en brazos,
vi que no era el que yo había alumbrado.
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- Era el hijo de esta mujer.
- El niño vivo es el mío.
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- El muerto es tuyo, el vivo mío.
- Acércame al niño, Josías.
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Colócalo frente a mí y muéstramelo.
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Desenvaina tu espada.
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Divide al niño en dos partes.
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Dale una mitad a una mujer
y la otra mitad a la otra.
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No.
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Si ha de ser así,