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Qué desastre.
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Cayó como si le hubiesen pegado un tiro.
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Me recordó a una antigua novia
que se llamaba Peggy Beeman.
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Vaya cara.
Como una olla llena de gusanos.
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Pero tenía buen cuerpo.
Te dejaba con la boca abierta.
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Una tía con buen corazón, ¿sabes?
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Se preocupaba por mí.
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Y por todos los chicos del vecindario.
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Una zorra, en otras palabras.
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También tenía un pájaro. Un loro.
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Y también era feo.
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Una vez fui a su habitación,
la puerta estaba abierta,
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e intentaba enseñar al loro a decir algo.
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Te vas a reír con ésta, Bob.
¿Sabes qué quería que dijese?
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"Te quiero, Peggy".
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Una y otra vez se lo repetía.
"Te quiero, Peggy".
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Los dos eran feos.
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Supuse que estaba algo loca,
así que no volví a verla después de eso.
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La buena de Peg.
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¿Y ahora qué pasa? Acabo a la sombra,
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y le hablo a los pájaros como hacía ella.
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¿Sabes? Tengo que admitirlo,
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por primera vez
desde que estoy en prisión,
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las crías de canario me hacen sentir bien.
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No me parece bien
tirar a Apey por el retrete.