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¿Sigues teniendo
la imaginación necesaria...
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para ser el socio principal
de nuestra asociación?
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Al parecer, no.
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No sabía que eras un barítono
con una voz tan dulce.
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Fuiste a la iglesia equivocada
cuando yo cantaba en el coro.
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Así que, como verás, te uniste
a este juego más tarde de lo que creías.
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Sí, desde luego.
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De haberlo sabido antes,
¿habrías confiado...
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en que no hubiese
usado balas de verdad?
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No, Srta. Miriam.
Creo que no me habría fiado.
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Yo no lo celebraría por todo lo alto
tan pronto.
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Aún nos queda por interpretar
otro número más por la mañana.
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- ¿Tan pronto?
- Sí.
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Le pedí a la gente del psiquiátrico estatal
que viniera a las 10:00.
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¿Dices que tendré
que retorcerme las manos...
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completamente deshecha
y humillada...
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por la deshonra de que un miembro
de nuestra vetusta y buena familia...
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sea internado en el manicomio?
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¡Vetusta y buena familia, ya lo creo!
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Sam Hollis no era más
que un sinvergüenza ladrón.
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Y lo que es más...
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él y John Mayhew...
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eran los dos hombres más mujeriegos...
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de todo el estado de Luisiana.
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Ay, cielos, todo ese maravilloso dinero...
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por el que tanto trabajó Sam.
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Mientras nos lo gastamos...
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Charlotte estará tejiendo
un sinfín de canastas pequeñitas.
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No te angusties, querida.
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Tejer canastas
no tiene nada de malo.
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Claro, eso no le ha curado a nadie...
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pero es de lo más terapéutico.
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Ya me imagino la cara de Charlotte
cuando los médicos del psiquiátrico...
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te llamen para confirmar su opinión.