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Pero ahora que lo has confesado
se acabó todo.
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¡No puedo vivir ni un minuto más
a tu lado! ¡Ya no te quiero!
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Por ti sólo siento...
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Lástima.
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Sí...
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realmente soy digno de lástima.
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Supongo que no servirá de nada
decirte que todo esto no es cierto.
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- ¿Qué?
- Si te dijera que nunca he estado
con ninguna otra mujer,
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- que sólo lo he confesado
para que me perdonaras...
- Por favor, George, no lo hagas.
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Eso sólo me demostraría que
no me respetas. Haré las maletas.
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¡Y no me sigas! ¡Adiós, George!
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¿Dónde estás, George? ¡Ah, aquí estás!
¿Qué, ha funcionado, no?
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-¡Te dije que confesaras y ha funcionado!
- No ha funcionado.
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¿Ni de casualidad? Déjame adivinar.
¿Quieres pegarme?
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¡No, no me pegarás! ¡Pero quieres
hacerme daño! ¡George, por favor!
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- ¿Está el Sr. Kimball?
- No.
- ¿Es usted la Sra. Kimball?
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- Sí, pero estoy muy ocupada.
- No hay problema, lo arreglo con Ud.
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Este es el certificado. Nos pagó
con este cheque de 1.000 dólares,
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y pensé que
sería mejor traerle un recibo.
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- ¿Le dió a usted un cheque de 1.000 dólares?
- Sí.
- ¿Para qué?
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Para su sepulcro en Green Hills. Vaya
a verlo el domingo con su marido.
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- Ahora está precioso. Todo florece.
- Un momento, por favor.
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- ¿Mi marido ha comprado un sepulcro?
- Sí. ¿No se lo dijo?