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Pobrecita. Cree que su esposo
está ahí adentro con otra mujer.
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- Me pidió que viniera como testigo.
- Seguro.
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Es lo menos que puedo hacer por ella.
Es mi secretaria. Trabaja para mí.
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Lleva muchos años conmigo.
¿No es cierto, Srta. - Sra. Crenshaw?
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Sí, claro, cariño- Sr. -
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- Seguro.
- Sí.
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- Es lo menos que puedo hacer por ella.
- Seguro.
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Sí, yo-
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- Eres la persona perfecta.
- ¿Eh? ¿Para qué?
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Quizá puedas ayudarla.
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¿Por qué?
Ya lo estás haciendo tú muy bien.
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Por el amor de Dios, Irving.
Es mi secretaria.
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- Lleva muchos años conmigo.
- Seguro.
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Sí. Y como testigo
yo podría estar algo predispuesto.
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Pero siendo tú, un completo desconocido,
tendrían que creerte.
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¿Quieres que irrumpa
en la habitación con Uds.?
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¿Me lo harías como un favor personal?
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- Claro.
- Vaya, gracias, muchacho. Vamos.
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¡Vamos!
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Créeme, Irving, te lo agradezco mucho.
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Fíjate bien en él para poder reconocerlo
de forma fehaciente después.
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¡Sí, sí!
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- ¿Ya viste suficiente?
- Sí, sí.
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- ¡Vámonos!
- ¡Un momento!
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Debería darles vergüenza.
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- Continúen.
- Dijiste que no-
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Espantoso, espantoso.
Gracias, Irv.
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Ya nos pondremos en contacto contigo.
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Vamos, Sra. Crenshaw.
El bufete de mi abogado está aquí al lado.
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Así que, como verás,
hay que estar lúcido en todo momento.
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Sí, pero ¿y ese pobre hombre
y esa pobre mujer?
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- Sí, les arruinaron la tarde.
- Ya lo creo.
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Sí, señor, hay que reconocerlo.
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Ése sí que es un hombre que demostró
cuánto le importa su esposa.
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Nunca se sabe lo que podrías necesitar
de forma inesperada.