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Vuelven los recuerdos de tus amantes,
a veces insensiblemente...
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el brusco despertar del hombre a un
dolor que nunca volvió a abandonarlo...
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¡Yo te saludo, viejo Océano!
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Supongo que el hombre cree en
su propia belleza por vanidad...
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pero en el fondo duda de ella.
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¿Por qué miraría con desprecio,
si no, la figura de su semejante?
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¡Yo te saludo, viejo Océano!
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¡Océano, me pregunté muchas veces
qué es más difícil de conocer...
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si tu profundidad, o la
del corazón humano...!
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Puedo decir que a pesar de todo
la profundidad del océano...
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no resiste comparación con
la profundidad...
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del corazón humano.
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Le quedan a la psicología
muchos progresos por hacer.
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¡Yo te saludo, viejo Océano!
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¡Viejo Océano! Desde oscuras
profundidades mueves tus olas...
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con la frescura de
tu inmortal poder...
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Tu grandeza moral,
imagen del infinito...
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inmensa como la reflexión del
filósofo, como el amor de la mujer...
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como la belleza divina del pájaro.
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Dime, viejo Océano,
¿quieres ser mi hermano?
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No conozco tu destino secreto,
todo lo tuyo me interesa...
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¿Eres acaso morada
del Príncipe de las Tinieblas?
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¡Dímelo, dímelo Océano,
debes decírmelo...!
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porque me regocijaré de ver
el Infierno tan cerca del Hombre...
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Y así una vez más quiero
saludarte y decirte adiós...
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Viejo Océano, me falta fuerza para continuar,
sé que ha llegado el momento...
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de volver con los hombres,
con la brutal especie.
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¡Coraje! Hagamos todavía un
supremo esfuerzo y cumplamos,