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El Enano no le habrá dicho
que se ha escondido.
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Ya. Y ¿qué hacemos ahora?
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No me gusta decirte algo así,
pero tienes un aspecto horrible.
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Tú también.
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¿ Cuánto llevamos levantados?
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- Me vendría bien afeitarme y dormir un poco.
- Vámonos unas horitas.
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La reunión ha sido deliciosa.
Gracias por habernos acompañado.
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Soy yo el que le está agradecido, Sra. Dorrn,
por mí y por la Liga Atlética de Policía.
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Estamos convencidas de que los jóvenes
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prefieren jugar al béisbol o al fútbol
que pegarse y fumar yerba.
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- Preferimos pensar así, Sra. Hewitt.
- Adiós, comisario.
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Sra. Bentley, ha mencionado Bergdorf.
Paso por ahí. ¿La acerco?
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Muy amable por su parte, comisario.
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- Es imperdonable, ¿a que sí?
- Horrible. ¿ Qué exactamente?
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Engañar a esas señoras del comité.
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- Si es que las engañamos.
- Te preocupas demasiado.
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Soy cobarde.
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Con muchos remordimientos de conciencia.
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Mi marido y los niños vuelven el domingo.
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Lo sé.
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- ¿A qué hora?
- Por la mañana, sobre las nueve o las diez.
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Qué bien volverlos a ver.
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- ¿Entiendes lo que quiero decir?
- Claro que sí.
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Tony, no sé dónde me encuentro.
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Esta mañana he ido a cambiarme a casa
y a coger algunas cosas.