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Ahora que vas a ser
la Sra. De Julian Winston.
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¡Imagínate! Yo, un hombre casado.
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- Casado contigo, quiero decir.
- Julian, ¿qué va a ser de ella?
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- ¿ Y tu mujer?
- ¿Por qué seguimos hablando de mi mujer?
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Tendrás que tomar alguna determinación
sobre ella.
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- ¿Qué piensas hacer?
- Muy sencillo. ¡Hop, fuera!
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¿Es eso lo que dirás
cuando te canses de mí?
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- ¿"Hop, fuera"?
- No, esto es diferente, cariño.
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A ti te quiero. Mi mujer y yo...
Ni siquiera llegué a conocerla.
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¿Cómo vinieron los niños?
¿Por paquete postal?
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Bueno, al principio fui amable.
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Deja de preocuparte por mi mujer.
Ya me encargaré yo.
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- ¿ Y si se niega a concederte el divorcio?
- No se atreverá. Olvidémosla.
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No puedo.
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¡La idea de introducirme en una casa
lo estropea todo!
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En un matrimonio. Lo otro es de ladrones.
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Yo te he robado de tu mujer.
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Puede que no lo creas,
pero tengo mis principios.
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Toni, no quería hablarte de esto,
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pero, ¿y si te dijera que es mi mujer
la que quiere el divorcio?
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¿Quieres decir que sabe lo nuestro?
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Digamos que también quiere su libertad.
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En tal caso,
será un honor casarme contigo.
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- ¿Qué demonios hace usted ahí?
- Arreglar la ventana de Toni.
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Si espera a que se lo haga el portero,
puede hacerlo sentada.
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Gracias, Igor.
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Dile que se largue y que vuelva luego.
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Julian, no seas tan impaciente.
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Ahora que estamos comprometidos,
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¿no crees que deberíamos celebrarlo de
alguna forma?