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Mi coronel,
quizá no sea asunto mío,
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pero muchos hombres están
muy disgustados debido
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al continuo incremento del número
de misiones que tienen que cumplir.
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- Tiene razón, capellán.
- ¿De verdad, mi coronel?
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No es asunto suyo.
Ni tampoco de ellos.
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Su trabajo es cumplir las misiones.
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Y el suyo es inventarse
varias oraciones pegadizas
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que me hagan salir en el Saturday
Evening Post. ¡Buenas tardes!
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- DiscúIpeme.
- Usted a mí, padre.
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Dice que los hombres se quejan
de que subo las misiones.
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Es el capitán Yossarian. No para
de quejarse y de causar problemas.
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- ¿ Qué podemos hacer?
- ¿ Qué haría el general Dreedle?
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- Lo aplastaría.
- ¡Lo despedazaría!
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- ¡Lo abofetearía!
- ¡Le pincharía un riñón!
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¡Le patearía los huevos!
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Ponga la cabeza
entre las piernas.
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Respire profunda y uniformemente.
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Lo siento, capitán.
Imagino Io que debe de doler.
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- Lo dudo.
- Intente no hablar.
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Piense en cosas bellas.
En Io precioso que es este sitio,
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y Io bonito que sería si alguien
no Io echase siempre a perder.
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- ¿Por qué siempre Io estropea?
- Porque te amo.
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Ya Io sé, capitán. Ya Io sé.
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Pero estamos en época de guerra
y tenemos un trabajo que hacer.
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No podemos ceder a nuestros
impulsos. Piense en mi situación.
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Soy una de las pocas mujeres
en una isla con miles de hombres.
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Hombres que dan la vida
por su país, por mí.