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Tengo que decirle una cosa, señor.
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Dos días llevo guardándomela dentro,
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pero como al fin ha de saberla,
cuanto antes mejor.
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La señorita Tristana está aquí.
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- ¿Tristana?
- Sí, señor.
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Y a qué ha venido.
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Eso pregúnteselo usted al señorito Horacio.
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- ¡Cómo? ¿Ha venido con ese?
- Sí, señor.
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Y dice el señorito, que quiere hablar con usted.
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No tengo nada que hablar.
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Si quieren algo, que venga ella a verme.
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Ojalá pudiera; Está enferma.
Está muy malita, señor. Muy grave.
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Hace más de dos años que usted no la ve.
Está muy cambiada la pobre.
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Vamos.
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Antes de nada le ruego me disculpe
por mi comportamiento en nuestra última entrevista.
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Estoy dispuesto a darle cualquier satisfacción
que exija, en el terreno que usted quiera.
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Eso no interesa ahora.
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Siéntese, por favor.
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Le he pedido muchas veces a Tristana
que se casara conmigo. Pero ella siempre se ha negado.
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Aunque no soy rico, nada le ha faltado.
Hemos sido bastante felices.
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Pero ahora está muy enferma.
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Quizá sin remedio.
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¿Qué tiene?
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Un tumor en una pierna. Hace semanas
se le declararon los dolores.