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¿Qué tal ese ánimo, Tristanita?
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Tuve mucha fiebre esta noche.
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Estoy muy mal, ¿no cree? Dígame la verdad.
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Ya le he dicho muchas veces,
que su caso es muy corriente...
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Doloroso, pero eso pasará pronto.
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Hace sólo unos días quería vivir...
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...Ahora prefiero morirme.
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Yo la veo muy mal, Saturna.
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Si me hubiera usted dejado ponerle el emplasto
de moñiga con flor de manzanilla, ya estaría aliviada.
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No seas bruta.
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Amigo don Lope, hemos llegado
a lo que yo me temía.
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Tristana está muy grave.
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- A un hombre de su temple
se le debe hablar con claridad.
- Dígame.
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Hay reabsorción, envenenamiento de la sangre.
Es necesario operar.
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Cortar la pierna.
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Pobre niña.
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¡Mutilarla horriblemente!
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- ¿Y cuándo?
- Un día que perdamos, podría hacernos llegar tarde.
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Pero hombre, doctor. ¡Qué ciencia
es esa que no sabe curar si no cortando?
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Anda, Satura. Vete con ella, que no esté sola.
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Don Augusto, invente usted algún otro recurso.
Si es necesario cortarme a mí las dos, aquí están.
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Perdóneme, estoy loco.
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No sé lo que me digo.
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Hágase lo que la facultad disponga.
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Me ayudará mi amigo, el doctor Ruiz Alonso,
cirujano de punta.
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Que lleven esta nota inmediatamente a su casa.
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Y creo que, efectuada con felicidad
la operación, podrá salvarse.
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¿Cómo? ¿Podrá salvarse?
Pero, ¿ni aún así es seguro?
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Desgraciadamente la ciencia no es infalible.
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Y bueno será acudir a otras fuentes de salud.
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Por experiencia sé, cómo ayuda
la tranquilidad de una mente limpia.
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Así que, busque en esta misma tarde
un sacerdote que la confiese y...