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El brasero está ahora en su punto.
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Señores, ¡qué frío esta haciendo!
Al venir, se me helaban las orejas.
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Pues como les iba diciendo, en la tertulia
del café, apenas pongo los pies.
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De mi edad ya sólo quedamos dos.
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Pues los va enterrar a todos.
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Aún nos tiene usted que dar mucha guerra.
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No crea, no crea...
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Ya son muchos los achaques.
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Y esta bomba, ya no...
Y además la fistulita.
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¡Aprensiones, don Lope, Aprensiones...!
¡Que le consienten demasiado!
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Perdonen un instante,
olvidé las pastillitas.
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Este se nos va.
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Esta memoria cada día va peor.
Siempre me olvido...
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La pastillita.
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Páseme la leche, por favor.
Gracias.
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¡Qué ronga! Ante este manjar exquisito,
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¿no son de compadecer esos pueblos
que tienen que contentarse con el té?
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Totalmente de acuerdo con usted.
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Saturna es una gran cocinera.
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¡Mire, mire qué cremoso y espesito está!
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Como debe ser. ¿Verdad, don Cándido,
que de esta calidad caen pocos en caja?
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Lo confieso, si don Lope no me hiciera
la merced, de invitarme alguna vez.
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Más zucarillos, por favor, don Joaquín.
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En cambio, si usted no lo toma tan bueno,
será porque no quiere.
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El señor Arzediano se refiere a unas rentitas
que me dejaron mis pobres padres.