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Este se nos va.
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Esta memoria cada día va peor.
Siempre me olvido...
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La pastillita.
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Páseme la leche, por favor.
Gracias.
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¡Qué ronga! Ante este manjar exquisito,
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¿no son de compadecer esos pueblos
que tienen que contentarse con el té?
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Totalmente de acuerdo con usted.
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Saturna es una gran cocinera.
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¡Mire, mire qué cremoso y espesito está!
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Como debe ser. ¿Verdad, don Cándido,
que de esta calidad caen pocos en caja?
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Lo confieso, si don Lope no me hiciera
la merced, de invitarme alguna vez.
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Más zucarillos, por favor, don Joaquín.
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En cambio, si usted no lo toma tan bueno,
será porque no quiere.
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El señor Arzediano se refiere a unas rentitas
que me dejaron mis pobres padres.
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¿Rentitas? Con la mitad me conformaba yo.
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Pues ¿qué, don Cándido?
¿No le alcanzan sus emolumentos?
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Ganamos menos que un albañil, don Lope.
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Y con eso mantenga una hermana viuda,
y sus tres hijos.
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¡Vamos, vamos! No se lamente, que don Lope va a creer
que venimos a su tertulia con segunda intención.
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Ya sabe nuestro anfitrión que no es
mi costumbre pedir para mí.
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Lo certifico.
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¿Otra tazita?
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La mitad, nada más.
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Después de todo, señores, la vida
no es tan negra como creen muchos.
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Está nevando en serio.
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Pero aquí se está bien calentito.
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¡Qué caramba!