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Mi pueblo me quiere, Sergei Julievitch.
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Quieren una constitución
y el derecho a votar y elegir una Duma.
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Están furiosos y preocupados.
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¿Me aconsejas que renuncie a mis derechos?
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Os aconsejo que pongáis fin
a una guerra perdida.
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¿Está ya perdida, Nikolasha?
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Bueno, Nicky, digámoslo así:
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Aquí hay una bala,
una bala fabricada en San Petersburgo.
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Yo la mando a la guerra.
¿Cómo llega hasta allí?
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En línea recta hay 6.500 kilómetros.
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Y en esa distancia, ningún camino.
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Así que, Dios la asista,
se pasa tres días metida en un trineo.
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Junto con los zapatos,
abrigos o el té que enviamos.
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Retírate ahora, Nicky,
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mientras estés a tiempo.
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La Rusia que heredé de mi padre
nunca perdió una guerra.
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¿Qué le diré a mi hijo llegado el momento?
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¿Que no tuve orgullo, que fui débil?
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Siempre he pensado...
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que Dios me creó para gobernar.
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Él me puso aquí.
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Él me eligió,
así que, pase lo que pase, será su voluntad.
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Lucharemos por la victoria.
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No habrá victoria, sólo huelgas y disturbios.
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Debéis dar al pueblo algo de lo que pide, señor.
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No todo, sólo...
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un poco.
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Los ingleses tienen un parlamento,
nuestros primos renunciaron a sus derechos.
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Los Habsburgo y los Hohenzollern también.
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Los Romanov no renunciarán.
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Yo le daré a mi hijo lo que me dieron a mí.
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... para izar la bandera
de la revolución de los trabajadores.
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Estos camaradas buscan
un movimiento más grande...
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que dé cabida a toda la gente
con inquietudes políticas...
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y que pueda asumir un dogma más amplio.
Quieren unir las manos en señal de unidad...
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Disculpe.
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... no sólo con sus iguales teóricos,
sino con los preocupados por el sufrimiento...