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justo cuando mi padre estaba de rodillas
en el hall de entrada en uno de sus trances.
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El indio se volvió repentinamente, y
dijo: "¡Qué me maldigan!"
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Verá, mi padre estaba hablando
en dialecto apache...
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un oscuro dialecto, de hecho...
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hablado sólo por un grupo andrajoso
de indios recalcitrantes...
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que rechazaron la reserva
y fueron a vivir aislados...
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en las montañas de la Sierra Madre
al norte de México.
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¿Qué opina?
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¿Qué diablos se supone que diga?
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Estoy sentado aquí bebiendo,
y usted me cuenta...
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una historia demencial
sobre la conversión religiosa de su padre.
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Usted no se da cuenta. No es la conversión
de mi padre, sino la mía.
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En esa época, le daba al ácido
con bastante frecuencia.
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Había desarrollado problemas sensoriales
menores, sentimientos suicidas...
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pero nada tan loco como la fluidez
de un dialecto apache poco conocido.
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Quiero decir: "¡Vaya, viejo!"
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¡Aquí estaba la inspiración viviente
delante de mis ojos!
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En una semana, mi padre cerró
su consultorio de Beacon Hill...
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y se fue con su misión
a las montañas mexicanas.
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Yo devolví mi tarjeta estudiantil y lo seguí.
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Fue un desastre, al menos para mí.
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Mi padre tuvo una revelación, pero yo no.
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Iba adusto a la montaña
y predicaba el Apocalipsis...
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a los divertidos indios.
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Yo me masturbaba muchísimo.
Vivíamos en carpa...
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comíamos conejo crudo y nueces molidas.
Era horrible.
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En dos meses, yo regresé a Boston.
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Vacía, desencantada de todo
y mareada por el dengue.
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Me volví austera, peiné mi cabello,
e ingresé en enfermería.
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Estaba ojerosa, compulsiva...
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tenía sueños incestuosos
con mi padre sin sentir culpa.
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Me involucré con un superior ahí.
Uno de ellos...
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un robusto psiquiatra, me explicó...
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que tenía un deseo por mi
padre sin resolver.
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Sufrí un colapso.