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que sólo necesitan un sorbo de agua
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y unas pocas bayas
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para vivir y remontarse a los cielos.
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Un día, empecé a pensar
que también podríamos ser felices
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si nos contentáramos
con tan poco como las alondras,
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vivir como ellas viven, cantando
y agradeciendo al Creador.
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Por eso hemos venido a Roma,
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para pedir vuestro consejo.
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¿ Qué consejo puedo daros,
mi querido y joven hermano?
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Dios os ha dado el regalo más preciado,
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la gracia de acercaros a ÉI
por medio de sus queridas criaturas.
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- ¿ Qué más podéis desear?
- La gente sencilla nos comprende,
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pero los otros...
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Puede que hayamos cometido errores.
Queremos saber
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si no es posible vivir
según las enseñanzas de Nuestro Señor
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o es que hemos pecado por presunción.
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Si es así, nos gustaría
que Su Santidad nos indicara los errores.
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Mi querido hijo,
los errores pueden perdonarse.
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En nuestra obsesión
por el pecado original,
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con frecuencia olvidamos
la inocencia original.
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Que no os suceda eso a vosotros.
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Me habéis traído, hijos míos,
una gran alegría y un poco de tristeza.
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Yo también empecé
por vocación hace mucho tiempo
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de manera parecida a la vuestra.
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Pero, con el tiempo,
desapareció ese entusiasmo
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y las responsabilidades del gobierno
de la Iglesia se han apoderado de mí.
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Como veis.
¿ Qué será de aquellos que os sigan?