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y, lo que es peor,
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esa mancha en mi honor, tenían un
confidente a medias.
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Y después de lo hablado, un
confidente completo.
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Y como ese confidente existe,
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no puedo dar marcha atrás.
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No sé nada.
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No me gusta hacer uso de frases
hechas,
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pero no encuentro nada mejor.
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Seré una tumba.
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Es lo que siempre se dice,
Wüllersdorf.
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Pero la discreción no existe,
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aunque Vd. lo quiera,
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no existe.
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Vd. lo sabe.
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Y no me salva de Vd. que acabe de
expresar su aprobación
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y haya dicho:
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"Tiene todo mi apoyo. "
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Soy, a partir de este momento,
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un asunto en el que
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Vd. toma parte y todo lo que me oiga
decir a mi mujer
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está bajo su control.
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Y si mi mujer habla de fidelidad,
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o como hacen las mujeres,
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sentar a otro en el banquillo de los
acusados,
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no sabré a qué atenerme.
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Y si se diera el caso
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que convirtiera esto en una disputa
cotidiana porque me faltara valor,
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me sonreiría despectivamente,
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como una mueca.
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Y para sus adentros pensaría:
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"El bueno de Innstetten. "
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Le apasiona analizar las ofensas y
medir su contenido ofensivo,
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pero lo más importante no lo ve.
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Nunca lo encuentra.
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"Nunca se ha ahogado en un vaso de
agua. "
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¿Tengo razón, Wüllersdorf, o no?
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Es terrible que tenga Vd. razón, pero
la tiene.
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Ya no le torturaré más con mi: "¿Tiene
que ser así?"
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Las cosas no suceden como
queremos,
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sino como quieren los demás.
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La grandilocuente justicia divina,
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que algunos proclaman, es absurda.