:39:05
¿ Que tal, hermana O' Brien?
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Bienvenido, Monseñor.
¿Tuvo un buen viaje?
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Muy agradable. Gracias.
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Está bien así, hermana.
Sírvalo.
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Está bien, gracias.
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¿ Qué es esto?
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-Toma, come la cereza.
-Gracias.
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Y escupe el palillo.
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Creo que llegó su primo.
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¿ Viene con los brazos
abiertos como una corista?
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-Sí, señor.
-Entonces es él.
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-¿Dónde estás?
-¡Fausto! ¡Qué gusto verte!
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-Ten, tienes dos horas libres.
-Gracias.
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Vete al cine. Huye.
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Tú siempre en forma.
Con tu gran nariz.
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También tú, siempre
elegante. Estás muy bien.
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-¿Siempre usas sotana?
-También el hábito,...
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-...pero sólo en los viajes.
-¿El patroncito cómo está?
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-Le das algo de alivio de vez
en cuando. -¿ Qué dices, Fausto?
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No me engañes. ¿ Qué otra cosa
harías entre tantas monjas?
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¿ Qué dices? Deja a las
hermanas, pobrecitas.
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Hombres y mujeres. Eso son
los sacerdotes y las monjas.
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-Hombres y mujeres.
-Es muy bonito aquí.
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-Un espectáculo que nunca
deja de maravillarme. -Sí...
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-De noche se ve toda
Roma iluminada. -Claro.
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-Disculpa, Fausto.
-¿Por qué?
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No me importa no poder
ver Roma. Nunca me gustó.
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Para mí es la capital de
Turquía. Ven a Nápoles conmigo.
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Tú me das asistencia espiritual
y yo te doy pastas y almejas.
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¡Ojalá! lría, pero no puedo.
¡Tengo tanto que hacer!