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Fue una de las mujeres
más bellas del mundo.
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La había visto actuar en la obra
The Cocktail Party, de T.S. Eliot,
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cuando iba a la universidad
a finales de los 40.
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Era magnífica, elegante, extraordinaria.
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Cuando me enteré de que tal vez
accediera a interpretar a esta anciana,
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me quedé de piedra, porque para mí
era un privilegio trabajar con ella.
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Tienen que comprender
lo bella que era esta mujer.
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Todavía se le ve
en el rostro cuando la miras,
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pero, lo que me impactó al principio,
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fue la terrible artritis
que tenía en las manos.
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Pensé que no debería
fotografiarlas, pero ella quería.
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Pensó que ayudaría al personaje,
y accedí.
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Al ver la escena,
te das cuenta de lo bien que las usa.
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Es una actriz brillante, maravillosa,
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y guardo un grato recuerdo de ella,
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de las grandes historias que nos contaba
entre tomas, de sus propios recuerdos.
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Ella sólo quería seguir trabajando.
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Tenía más de 80 años cuando rodamos esto.
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Uno de mis mejores recuerdos del filme
es haber trabajado con Cathleen Nesbitt.