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Calma, ¿quieres?
¡Es propiedad del ejército!
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Él... Cuando estuvo enfermo...
Deliraba. Dijo tu nombre.
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¿De veras? Entonces, hay esperanza.
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Mira, mañana sale mi regimiento.
Nos vamos al frente.
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Los franceses son más numerosos.
Es probable que ninguno regresemos.
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- ¿Qué dijo de mí exactamente?
- ¡Sonja!
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¿Adónde decías que te ibas?
Ah, sí, a la guerra. Bueno, eh...
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Abrígate, Boris, y pásalo bien.
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No echéis a correr llevados por
el pánico. Os dispararían por la espalda.
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No quiero que me pisotee
un caballo. ¿Y tú, Boris?
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No me importaría.
¡Ni siquiera quiero luchar!
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Da lo mismo vivir
bajo el zar que bajo Napoleón.
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Ambos son unos maleantes.
El zar es más alto.
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Si no te gusta Napoleón ni te gusta el zar,
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¿quién crees que debe gobernar el país?
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- Si quieres mi opinión, los siervos.
- ¡Oh, los siervos!
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¡Sólo ellos saben cómo hacer las cosas!
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Si hay que levantar una valla,
siempre lo hacen los siervos.
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¡Quiere que los siervos gobiernen el país!
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¿Por qué no los criminales?
¿O los judíos?
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Algunos judíos son listos. Aunque sus
mujeres no practiquen el sexo conyugal.
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- ¿Estás casado, Boris?
- ¿Yo? No.
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- ¿Tienes novia?
- No. Estoy enamorado, pero está casada.
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Está enamorada de otro hombre casado.
Es una situación muy saludable.
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Eh, mira, Boris, mira, mira.
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- ¿Qué es eso?
- Tengo un mechón del pelo de mi mujer.
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¡Un mechón de su pelo!
¡Seguro que la has dejado calva!
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¡No lo dejes caer! ¿No tienes
un mechón del pelo de tu amada?
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No. Está casada. Pero tengo
un mechón del pelo de su marido.
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La comida del ejército es mortal.
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Ése es Visinksy. Era de mi pueblo.
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- Era el tonto del pueblo.
- ¿Qué hacíais, concursos?