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Me vendería enseguida
a su preciado Congreso.
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¿No es así, amigo Bantú? Aparecen
los diamantes y soy desechable.
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¿Están ahí? ¿En una mina?
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- No te puedo decir, querida.
- Intriga política, revolución.
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¡Son unos idiotas! ¡Todos Uds.!
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¿Por qué no dividirnos los diamantes
y seguir nuestros caminos?
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Londres...
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...un consultorio con acero, vidrio
y pisos encerados...
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...donde yo puedo tener futuro.
- Olvídalo.
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La policía nos tiene bajo
vigilancia intensiva.
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Yo tenía razón, ¿no?
Tú y Horn hicieron un trato.
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Tuve que hacerlo. Nos puede atrapar
cuando quiera.
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¿Y lo hará una vez que saquemos
los diamantes?
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Al ir hacia la frontera, sí.
Ése es el plan.
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Me temo que no sé detalles.
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Yo sé uno. Matarme mientras
trato de escapar.
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¡Olvida los diamantes!
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- ¡Me da igual!
- Pero a mí no.
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Debemos recuperarlos.
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- Horn nos esperará en la frontera.
- Sí.
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Esperábamos que así fuera.
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Así que tenemos un plan.
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No me lo preguntes.
Te doblan las muñecas...
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...y les cuentas todo.
- ¿Por qué diablos...?
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¡Caballeros, por favor!
Aborrezco la violencia.
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Volveremos a esto luego,
te lo prometo.
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Ahora, debemos recuperar
esos diamantes.
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Y no hablas de hacerlo nosotros
sino de mí.
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Soy quien arriesga su cuello
por tus diamantes.
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Y pretendo guardármelos por un rato.
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- ¿Qué es "un rato"?
- Hasta cruzar la frontera.
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- Son mi seguro de accidentes.
- ¿Contra qué?
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Que tú y este dentista hindú con
conciencia política me dejen atrás.