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¿Has visto alguna vez
cómo ponen huevos las gallinas?
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¿Así?
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Eso es.
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Ahora empuja,
empuja fuerte y saldrá.
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¿Lo ves?
Ya salió.
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Cómetelo.
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¡Sada!
¡No, que no estamos solos!
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No me importa.
Te quiero ahora.
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-¿Para qué es eso?
-Te la cortaré.
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¿Por qué?
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Para que no vuelva a meterse
nunca en nadie más, nunca.
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Te juro que nunca
te he traicionado.
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No te creo.
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La usas para hacer el amor
con otras mujeres.
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Córtala si quieres.
Tú serás la primera en sentirlo.
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No, Kichi-San.
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¿Por qué lo voy a sentir?
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Así la tendré dentro de mí
para siempre.
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Si quieres... córtala.
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Kichi-San,
¿si te la corto, morirías?
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Es lo más probable.
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Entonces no lo haré.
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No creo que debas.
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Sería estúpido morir ahora que...
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nos hemos prometido
estar juntos para siempre, ¿no?
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Ya te veo regentando una posada
pequeña, no lejos de aquí.
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Así tendrías a tu amante
en un rincón...
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y a tu esposa en el otro,
¿no es eso?
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Tú perteneces solamente a Sada.
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Escucha, terminaré en los huesos
si seguimos así.
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No quedará ni un poquito
de Kichi-San.
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Kichi-San, tú no me quieres.
¿Es lo que estás diciendo?
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No, aunque me quede
hecho un esqueleto...
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nunca te dejaré.
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Kichi-San...
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aunque seas un esqueleto
no te soltaré.
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-De acuerdo?
-Sí, Sada.
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Y ahora, ¿quieres dejar
de amenazarme con esa navaja?