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¿He de entender que estos juegos
no se podían hacer en la prisión del Plomo?
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Sobre todo por falta de sitio.
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- Si me dijera con quien tengo el honor...
- Soy el príncipe Del Brando.
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Su Excelencia, todo el mundo sabe que
fui encerrado en esa infame prisión...
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por defender las más nobles
causas políticas.
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Y no permito a nadie, ni siquiera a un príncipe,
que haga insinuaciones...
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... sobre las injusticias que
allí sufrí.
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¡Vamos, no toméis mis bromas
tan en serio!
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¡Vino!
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Conozco su reputación, Señor Casanova,
y soy un admirador vuestro.
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Si hubiera nacido mujer, no hubiera dudado
ni un instante en acostarme con vos.
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¡Cuántas cosas he oído
y qué hermosas todas!
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Muchas gracias. La admiración de un caballero
como vos me llena de orgullo.
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Vuestros méritos han sido comparados
a los de un caballo semental,
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aunque a veces se os compare
con un animal menos noble.
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¿Qué queréis decir, señor?
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¡Desde ese punto de vista,
claro está!
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Vuestras bromas hay que tomarlas en serio
porque no tienen ninguna gracia.
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Dijisteis que me regalaríais un caballo.
Voy a matar a este cerdo asqueroso. Juro que...
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Calla... Este señor de Venecia es poeta,
filósofo, matemático...
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... erudito en muchas otras cosas.
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Con respecto a algunas de vuestras proezas,
sé de alguien que puede hacerlo mejor que vos.
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- ¿Quién?
- Righetto.
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¿Dónde está Righetto?
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- Id a buscar a Righetto, mi cochero.
Decidle que venga, ¡pronto!
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¡Está aquí fuera, Excelencia!
Righetto, entra.
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Decid, Príncipe.
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Righetto, ¿cuántas veces hiciste el amor
con Ubaldina la última noche?
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¡Vamos, contesta!
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- Siete veces, Su Excelencia.
- Siete. Uno tras otro.
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- Está mintiendo.
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La fuerza bruta por sí sola es incapaz
de semejante proeza amatoria.
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Mi caballo, guarro.