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Espera un momento,
Henry, antes de que te vayas.
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La Srta. Rainbird merece saber
si el niño está bien.
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Ahora ya es un hombre,
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y tenemos que saber
si es feliz, Henry.
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¿Está vivo y es feliz?
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Si no puedes, no importa.
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No puedo obligarte.
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Sí, por supuesto
que lo entenderá.
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Hasta la próxima vez entonces.
Adiós.
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Adiós, amor mío.
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- ¿Qué ha ocurrido?
- ¿No lo recuerda?
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Nada de nada.
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Ahora no importa.
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Escuche, escuche,
Madame Blanche.
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Su Henry me hizo recordar
algo que había olvidado.
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Cuando nuestro pobre viejo chófer, Mike,
supo que estaba muriendo
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me escribió y me dijo que había
una persona en la tierra
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que había prometido
hacer todo lo posible
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para descubrir el paradero
del hijo de Harriet.
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Era el párroco que
bautizó al recién nacido.
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Y hay algo más...
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No me digas nada,
déjame adivinar.
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500.
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Ni un penique para gastos.
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Es todo o nada, hasta que consigamos
su nombre y dirección.
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Dios mío, Blanche.
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Me ha dado una pista fantástica.
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Ya empezamos...
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No, empezarás tú... hablando con
el hombre que te dirá si está vivo.
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- ¿Quién es?
- El obispo Wood, catedral de San Anselmo.
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¡Santo Cristo!
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No, George, él no, el obispo Wood,
de la catedral de San Anselmo.
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Era el párroco de entonces
y bautizó al niño de los Shoebridge.