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No quiero saber nada mas de eso.
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Olvídate de Clouseau...
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- Basta.
- ¿Qué estas haciendo?
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¿Tú qué crees? Lo que hago todas
las mañanas desde hace dos años.
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- Pero no puedes.
- Estoy harto de que me digas
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- Io que puedo hacer y lo que no.
- Tú mismo.
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Espero que te guste
la nueva lona para cubrir la piscina.
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- Creo que ha cometido un error, coronel.
- Se equivoca.
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No me llame coronel, coronel Bufoni.
Ahora soy su presidente.
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Lo dice en la constitución nueva.
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La cual escribió cuando aún era coronel.
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Y usted era capitan, coronel,
cargo que podría volver a ostentar.
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Sí, Sr. Presidente,
pero haber pedido a Clouseau...
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Ha sido una genialidad. Encontró
la Pantera Rosa antes y lo hara de nuevo.
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Es posible, y ¿luego?
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Los agradecidos ciudadanos de Lugash
me colmaran a mí, el presidente Haleesh,
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de honor, gloria y sus hijas.
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Y las compañías de seguros,
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que ya han pagado la indemnización
de 12 millones de dólares
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por el robo de la Pantera Rosa,
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¿de qué le colmaran?
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¿Por qué no me lo ha dicho
antes de pedir a Clouseau?
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Usted sólo me dijo
que había pedido la ayuda
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de un agente de otro país.
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- Quiza podamos anular la petición.
- "Podamos" no, Sr. Presidente. "Pueda".
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Yo no puedo. El avión de Clouseau
ya viene camino de Lugash.
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Quiza no encuentre la Pantera Rosa.
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Quiza no llegue a Lugash.
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- Coronel, no insinúa...
- Para salvar a mi presidente.
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Haga lo que deba, coronel.
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No quiero saber qué.
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La conciencia de un presidente
no debe tener ninguna mancha.