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Hola, Jean-Pierre.
Hay una chica rara en mi coche.
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Oiga, esto no puede ser.
Tienen que quitar ese tronco.
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Tienen que pasar mis camiones.
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Que sus esbirros lo desinfecten
ahí detrás. Yo lo retiro.
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Sea Ud. razonable,
hay que cortarlo aquí.
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- Le presento a Madame Landier.
- Buenos días señora.
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- Esto no cambia el problema.
- Ahora vuelvo. Haremos lo posible.
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Es una extraña autostopista,
del tipo salvaje y sucio.
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Echó raíces en el asiento.
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¿La convenzo
de un desarraigo profiláctico?
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No, es simpática, me divierte.
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- Me preguntaba qué había dentro.
- Es ella. ¿Quiere ver?
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Tráigame el dossier rojo.
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Vengo a buscar su carpeta.
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- Se va a asfixiar...
- ¡La puerta! Hay viento.
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- ¿Qué fumas? Se me han acabado.
- Gitanes. ¿Quiere?
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- ¿Ha visto caer el árbol?
- Claro.
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- Qué triste, ¿verdad?
- No es para llorar.
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¿Eres como ella,
maníaco de los plátanos?
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He sido su alumno.
Soy ingeniero agrónomo.
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¿Te doy miedo o qué?
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Corten todo.
Hagan como en su casa.
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Enseguida pensé en ti.
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Ante aquella bruja, sólo pensaba
en ti, tan dulce y exquisita.