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Pero la muchacha sabía
que el rey de los duendes...
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tendría al bebé prisionero
en su castillo para siempre...
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y lo convertiría en un duende.
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Así que la muchacha
sufrió en silencio...
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hasta que una noche, agotada tras un día
entero de tareas domésticas...
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y herida por las duras palabras
de su madrastra...
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no pudo soportarlo más.
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¡De acuerdo, está bien !
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Ya basta. Vamos.
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¡Basta!
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Diré las palabras.
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No, no debo. No debo decirlas.
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Ojalá--
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- Va a decirlo.
- ¿Decir qué?
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- ¡Cállate!
- Perdón.
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¡Cállate!
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Escuchen,
va a decir las palabras.
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¡No aguanto más!
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¡Rey de los duendes, rey de los duendes,
dondequiera que esté...
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Ilévese a esta criatura lejos de mí!
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- ¡No!
- No es así.
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¿Dónde aprendió esa basura?
Eso no empieza con "ojalá".
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¡Toby, ya basta!
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Ojalá supiera lo que tengo que decir
para que los duendes vengan por ti.
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"Ojalá vinieran los duendes por ti ahora
mismo". No es tan ditícil, ¿verdad?
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Ojalá--
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- ¿Lo dijo?
- ¡Cállate!
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Ojalá vinieran los duendes por ti.