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Admira a esos chicos, ¿verdad?
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¿Usted no?
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Creo que se aprovechan de ellos.
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Los envían aquí en sus Volkswagen
y sus zapatillas de deporte
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para que les abran la cabeza.
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¿Nunca se le ha ocurrido pensar
que creen en lo que hacen?
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- ¿Se les ocurrió pensar que morirían?
- Puede.
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En Washington lo sabían, ¿verdad?
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Hay cosas por las que vale la pena morir.
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Pues por aquí ven las cosas
de otra manera.
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Aquí la gente cree que hay cosas
por las que vale la pena matar.
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¿De dónde viene todo este odio?
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Cuando era un crío,
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había un granjero negro que vivía
junto a nuestra casa. Se llamaba Monroe.
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Y era... Bueno, supongo
que tenía más suerte que mi padre.
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Se compró una mula.
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Eso causó bastante revuelo en el pueblo.
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Mi padre odiaba esa mula.
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Sus amigos bromeaban diciendo que
habían visto a Monroe arando con la mula
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y que Monroe iba a arrendar
otra parcela ahora que tenía una mula.
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Una mañana, la mula apareció muerta.
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Habían envenenado el agua.
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Después de aquello, no se volvió
a mencionar la mula delante de mi padre.
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Un día pasábamos por delante de la casa
de Monroe, y vimos que estaba vacía.
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Había hecho las maletas
y se había ido. Supongo que al Norte.
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Miré a mi padre a la cara
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y supe que había sido él.