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nada sea tomado de los pueblos
por la fuerza,
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¡nada que no hubiese sido pagado!
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Que ningún francés sea reprendido
o insultado con lenguaje despectivo,
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porque cuando lenidad y crueldad
juegan en un reino,
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el jugador más gentil
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es el que antes gana.
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Así dice mi Rey:
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"Decidle a Harry que,
aunque parecíamos muertos,
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no hacíamos sino dormir.
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Decidle que podíamos haberle
rechazado en Harfleur.
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Ahora hablamos y nuestra voz es imperial.
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Inglaterra se arrepentirá de su locura.
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Ordenadle, por tanto,
que considere su rescate,
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el cual debe ser proporcional a las
pérdidas que soportamos,
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pues bajo el peso de la respuesta,
su pequeñez se doblegará.
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Añadid nuestro desafío y decidle,
en conclusión,
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que ha traicionado a sus seguidores,
cuya condena está pronunciada."
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Hasta aquí mi Rey y Señor,
hasta aquí mi misión.
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¿Cómo os llamáis?
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Montjoy.
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Cumplís bien vuestra misión.
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Regresad
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y decidle al Rey que ahora no le busco,
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sino que me dispongo a marchar a Calais
sin impedimento.
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Id, pues, y decidle a vuestro Señor
que aquí estoy.
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Mi rescate es este tronco frágil
y sin valor;
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mi Ejército no es sino una guardia débil
y enferma.
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¡Aun así, juro ante Dios,
decidle que continuaremos!
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Aunque la misma Francia o cualquier otro
se interponga en nuestro camino.