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Voy a armarme.
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El Delfín ansía la mañana.
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Ansía comer ingleses.
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Creo que se comerá a todos los que mate.
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- Nunca ha hecho daño, que yo sepa.
- Y tampoco lo hará mañana.
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Ojalá fuese de día.
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¡Ay, pobre Harry de Inglaterra!
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Él no ansía el amanecer como nosotros.
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Si los ingleses tuviesen alguna aprensión,
huirían.
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Esa isla de Inglaterra
da criaturas muy valientes.
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Es momento de armarse.
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Vamos, ¿nos ponemos a ello?
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Ahora son las dos.
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Dejadme ver, a las diez,
tendremos cada uno, un ciento de ingleses.
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Los pobres ingleses condenados,
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como sacrificios, al calor de sus hogueras,
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se sientan pacientemente
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y rumian para sí el peligro de la mañana.
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Y el gesto triste que les confieren
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sus flacas mejillas
y raídas vestiduras,
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les hacen parecer al resplandor
de la Luna,
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horribles fantasmas.