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e Inglaterra.
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Puesto que mi oficio
de tal modo ha prevalecido
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que cara a cara y real ojo a ojo
os habéis congregado,
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no me deshonréis si pregunto
ante esta real asamblea
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por qué la desnuda, pobre y mutilada paz
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no debería, en este bello jardín del mundo,
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nuestra fértil Francia,
levantar su noble rostro.
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Ha sido de Francia largo
tiempo expulsada
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y toda su riqueza
yace amontonada,
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pudriéndose en
su propia fertilidad.
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Y al igual que nuestros viñedos,
barbechos, prados y setos
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deficientes en sus naturalezas
crecen salvajemente.
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Incluso nuestras casas y
nosotros mismos,
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nuestros hijos han perdido,
o no aprenden por falta de tiempo,
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aquellas ciencias que deberían
favorecer a nuestro país.
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Pero crecen como salvajes,
como hacen los soldados,
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que no hacen sino pensar
en sangre,
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para jurar, mirar severamente,
llevar raídas vestiduras
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y todo aquello que parece...
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antinatural.
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Y mi discurso ruega
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que me digáis por qué la gentil paz
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no debería expulsar estos inconvenientes
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y bendecirnos
con sus cualidades primitivas.
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Duque de Borgoña,
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si queréis la paz, cuya ausencia provoca
las imperfecciones citadas,
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debéis adquirir esa paz,
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accediendo totalmente
a nuestras justas demandas.
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No he hecho sino, en ojeada rápida,
recorrer los artículos.
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Si place a Vuestra Gracia nombrar
a alguno de vuestros consejeros
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para conferenciar con nosotros una vez más,