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¡Razón de más!
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No, ha conseguido
Io que pedía. Se acabó.
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¿No le puedo pedir nada más?
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No, le he concedido
tres cosas, es mucho...
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¿Conoce el cuento
de los tres deseos?
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Un matrimonio puede pedir
tres deseos...
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El marido pide una morcilla.
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Ella, furiosa, pide
que le cuelgue de la nariz.
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SóIo les queda pedir
que se descuelgue.
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Pero usted no ha elegido mal.
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Podía haber pedido más.
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Sí, pero ya es tarde.
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¿Lo habría concedido?
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¡Sí! No es Io que pedía sino
que Io pidiese, Io que me espantó.
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¿Está escandalizada?
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Más bien sorprendida.
Se me coge fácilmente por sorpresa.
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Eso se le da bien a usted.
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No suelo hacerlo. En realidad, sigo
mi instinto. Siempre me fue bien.
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¿Incluso en las cosas serias?
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Es decir, si de verdad
me quisiese...
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¿habría actuado así, arriesgándose
a comprometer todo?
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Ciertamente.
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¿Y quién le dice que no
la quiero de verdad?
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Lo que ha hecho.
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- ¡Pues no!
- ¡Pues sí!
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No la quiero, pero podría quererla.
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En cierto modo, me apetece.
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Actué con precipitación porque
no quería seguirla en su estrategia.
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¡Mi estrategia! ¿Qué estrategia?
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La de vulgarizar, hacer aséptica,
quitar erotismo a nuestra relación.
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Soy el padre de su amiga, soy tabú,
"no hay trasfondo de seducción".
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A mí no me gusta eso.
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En vez de estar a gusto, me hiela,
me siento rígido e incómodo.
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Me gusta desear y ser deseado,
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justamente en el trasfondo,
aunque no Ilegue a nada.