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¿Ves toda esa sangre, tesoro?
Y es sólo una cortadita.
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Hola. Vengo a ver al hombre de las manos.
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No está aquí. Gracias.
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¡Oh, Dios mío!
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Helen, ¿realmente lo viste?
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¡Sí! ¡Mira!
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Estoy buscando al hombre con las tijeras.
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- Gracias a Dios que está aquí.
- Se fue por ahí, señor.
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Está bien. Tranquilas. Vayan a casa.
Nosotros nos haremos cargo.
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Sólo váyanse a casa.
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- Un demonio. Un demonio.
- ¡Tienen que hacer algo!
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Estoy segura de que tu padre
lo encontrará pronto.
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¿Qué hora es?
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Son casi las 8:30.
Maravillosa fiesta, ¿eh?
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Mamá, ¿dónde están?
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- Dios mío, espero que esté bien.
- Yo también, cariño.
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Sabes, cuando traje a Eduardo
aquí a vivir con nosotros,
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en realidad no pensé
las cosas con cuidado.
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No pensé lo que podría pasarle.
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O a nosotros, o a los vecinos.
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Y ahora pienso que tal vez...
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sea mejor si el vuelve...