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- Papá, nada de sermones, por favor.
- Hubo muchos linchamientos
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en Willicoochee, Georgia,
de donde vengo yo.
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¡Willicoochee, Georgia!
¡Vaya nombre!
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El hombre blanco dice a su mujer:
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"Eres la flor
de las mujeres blancas del Sur,
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demasiado pura para que te toque
ningún hombre, incluido yo.
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Te voy a poner en un pedestal
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para que todo el mundo
se arrodille y te venere
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y si algún negro
se atreve a mirarte,
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le lincharé el culo".
Ella le creyó,
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pensó que ella era santa
y pura, como la Virgen María.
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Ella dejó
que le subiera a un pedestal.
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Mientras tanto, el marido,
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en cuanto se puso el sol,
fue a las dependencias de esclavos
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y puso la mano en las partes
de todas las mujeres que pudo,
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y se fue a la taberna a alardear.
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Y así es cómo se mezcló
nuestra sangre.
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Mulatos, mestizos, criollos.
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Estas señoras blancas respetables
se sintieron abandonadas.
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Pero estaban tan orgullosas
de ser blancas, y superiores,
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que permanecieron calladas
y con las piernas apretadas.
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Pero a medianoche,
en la cama, solas,
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al calor de la lujuria,
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debieron de pensar cómo se sentirían
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con uno de esos tipos negros grandes
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que sus maridos tanto temían.
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Me compadezco de ti.
Son los años 90.
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Sigues intentando recuperar
lo que nunca tuviste.
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Pero no es culpa tuya.
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En cuanto al hombre negro...
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como mi hijo, Flipper,
que ya debería saberlo,
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tiene una mujer y una hija,
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tuvo que pescar
en el pozo del hombre blanco.