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No quiero encender la luz.
Tu padre está abajo.
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Pero tengo que correr el riesgo.
Buddy, por favor no lo cuentes.
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Te he dicho que no lo haré.
- Buddy, no quise hacerte daño.
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Nunca te haría daño.
Pero todos pensarían que lo hice.
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No sé por qué tienes miedo.
Fue mi idea. - Tú no entiendes.
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Me echarían la culpa a mí, no a ti.
Pensarían que es algo horrible.
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Digno de una mujer despreciable, que
es lo que soy. Pero no digas nada.
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Rose, ¿qué querían
los sinvergüenzas de Birmingham?
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Querían lo que tú dijiste.
- ¿Que trabajaras como prostituta?
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¿Cuánto pagan por eso?
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En la casa de Birmingham tres dólares.
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Uno para las chicas,
y la casa se quedaba con dos.
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¿Con cuántos hombres se acostaban
por día? - No lo sé.
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Diez o doce, me imagino, o más.
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Doce hombres, eso es mucho.
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Seguro que apestaban
y estaban sin afeitar.
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Probablemente.
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Por otra parte, doce hombres
por día, a un dólar cada uno...
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En dos días hubieras ganado
lo mismo que ganas aquí por mes.
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Buddy, no quiero ser prostituta.
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No puedo. Me moriría.
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Pero ese no es el motivo por el que
no quiero que le digas a tus padres.