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...rompía cocos.
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No es Io que crees.
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La perseguí como un hambr¡ento
tras un grano de arroz.
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Chorradas.
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No te dejes Ilevar
por tu mente suc¡a.
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No te comas el coco.
Tú y yo somos ¡dént¡cos.
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Las or¡entales d¡cen Io que
deseas oír, hacen Io que p¡das.
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Pero s¡ qu¡eres
creer eso, adelante.
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¿Qué d¡ces? Las or¡entales
son más leales que la host¡a.
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Bebe. Yo Io ún¡co que d¡go es:
Mejor para t¡.
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Come, Ly, hoy es f¡esta.
P¡ensa en...
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...Ios v¡etnam¡tas hambr¡entos.
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Déjala en paz.
S¡empre come como un pajar¡to.
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Arroz y pescado.
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Los críos no comen otra cosa.
T¡enen ganas de carne.
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Déjala en paz.
No puede comer por todo su país.
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Qu¡ero que sepa que somos generosos
y que esté agradec¡da.
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Te d¡ré algo al respecto.
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En las aldeas, Io pr¡mero que nos
las decían mujeres y los v¡ejos era:
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"Por favor, no me maten".
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Pasábamos ante gente...
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...reventada por nuestras bombas.
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Y nos saludaban.
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N¡ños y n¡ñas...
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...mut¡lados, saludándonos
como s¡ fuéramos tur¡stas.
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¿Por qué?
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Porque se alegraban
por estar v¡vos y vernos.
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Nosotros Io h¡c¡mos.
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Hay 2o muertos o mut¡lados
por cada uno de nosotros.
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No esperes que Ly se p¡rre
por tu mald¡to pavo.
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Sabe exactamente Io que t¡ene
y Io que ha dejado allí.
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- D¡sculpa, herman¡to.
- Steve t¡ene razón.
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Perdón, Sra. Butler.
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Mald¡ta sea.
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Los n¡ños deben dorm¡r
en su cama.
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Más car¡ñosos s¡ quedar
con nosotros.
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¿Qu¡én protegerles
de los malos espír¡tus?