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Al principio no le gusté mucho.
Es muy inteligente,
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muy apasionada,
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y preciosa.
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Me sentí tan inseguro.
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Todo lo que le decía me sonaba estúpido.
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- Tío, yo no me preocuparía por eso.
- No.
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No, seguro que no te estaba juzgando.
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No, y por cierto, ella se sentó junto a ti.
Seguro que lo hizo a propósito.
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- Ah, ¿sí?
- Sí.
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Qué tontos somos los hombres.
No sabemos nada de mujeres.
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Son un poco raras,
por lo poco que sé de ellas.
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Sí, ¿no?
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Sí.
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Me siento como si estuviéramos
viviendo en un sueño.
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Sí, es raro.
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Como si este tiempo que estamos juntos
fuera sólo nuestro. Nuestra creación.
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Como si yo estuviera en tu sueño
y tú en el mío, o algo así.
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Lo mejor de todo es que toda esta noche,
todo este tiempo juntos,
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oficialmente no debería estar ocurriendo.
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Quizá por eso nos sentimos
como en otro mundo.
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Pero luego llega la mañana
y nos convertimos en calabazas, ¿verdad?
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Así es.
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Ahora, se supone que tienes
que sacar el zapato de cristal,
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y ver si me vale.
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Seguro que te vale.
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Un amigo mío tuvo un hijo,
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que nació en casa,
así que él ayudó en el parto.
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Pero dijo que en ese emotivo momento
del nacimiento,
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en el que veía a su hijo
sentir la vida por primera vez,